Al principio escribía para ti en cuadernos de corte
italiano, con tantas palabras como tan poco sentido, dolor y miseria bien
resumidos. Conforme crecí mis cuadernos conmigo, de italiano a profesional con
un poco más de sentido. Acto seguido una regresión, el rayado y los cuadros se
tornaron en cifrado, 5 líneas enunciado todos mis postulados, melodías
imaginarias, bemoles y sostenidos.
Años pasaron en que no te acaricié con mis palabras, hasta
que la Luna una vez más mis deseos de escribir vislumbrara. Deje atrás mis
cuadernos, los resguarde al fuego, fue lo más prudente de acuerdo a las voces.
Te abandone y contigo a todas las dedicatorias predestinadas en mis versos, mis
escritos; me dispuse a escribir para cualquiera que a leer dispuesto estuviera,
cabe decir que seguía sin tener a quién dedicar lo que hacia, hasta que un día
llegaron mis musas: Una pantera, un jilguerillo, una aviadora, una princesa,
una ballerina y hasta la nada. Excepto Pantera, todas mis palabras encontraron
repulsivas y me abandonaron, quedé sólo a mi suerte, sin inspiración, en otras
palabras, cual escritor encarando a la muerte.
Entonces, heme aquí, escribiéndole a tu ausencia, saboreando
mi miseria... anhelando una nueva musa.